Señor mío y Dios mío

Dudo, Señor, dudo

Y busco tu resurrección en gestos espectaculares, coincidencias imposibles o cambios radicales.
Pero ni siquiera a Tomás, tu amigo, le diste esas señales.
Sino que enseñaste tus heridas y tu carne dolorida, un costado abierto y unas manos atravesadas.
Hoy, ante mis dudas, vuelves a apuntar a tus heridas.
Hoy no ya por clavos y lanzas.
Sino en tu cuerpo, que es la Iglesia, que es el mundo.
En tus heridas abiertas hoy me llamas a descubrirte vivo y resucitado.
En las heridas sangrantes por la injusticia del mundo.
Y en las heridas de mi vida que no soy capaz de curar.
Pero, aunque yo me resista y te pida nuevas pruebas, es ahí donde señalas. Y me dices otra vez que crea en ti porque estás vivo y resucitado.
(Óscar Cala, SJ)

Liturgia del domingo

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¡Alegrémonos, Resucitó!

Criaturas perdidas ¿A dónde van las siembras sin cosecha, las gestaciones sin parto, las torturas sin libertad, los insomnios sin respuesta?
¿A dónde van esas criaturas perdidas para nuestras cuentas?
¡Nada se pierde!
Vuelven todas a la tierra maternal para hacerse humus fértil donde el futuro crezca.
Regresarán una por una hasta nuestra mesa en la flor del mañana, más libres y más nuestras.
(Benjamín G. Buelta, SJ)

 

 

Liturgia del domingo

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Viernes Santo

Manos del Viernes Santo

Hay manos crueles.
Señalan, violentas, apuntando al justo. ¡Que muera!
Se lava las manos quien no se complica ni con la justicia, ni con la verdad.
¡Que muera!
Aplauden, absurdos, quienes de todo hacen un espectáculo.
Libera a Barrabás.
Y ese, ¡que muera!
Agarran el látigo, trenzan las espinas, despojan de ropas, empuñan el mazo o clavan en cruz, las manos serviles de quien obedece a normas injustas.
¡Que muera!
Pero hay otras manos que ofrecen alivio, enjuagan cansancios, comparten el peso, acogen un cuerpo, esconden el rostro surcado por lágrimas, o se alzan al cielo en muda plegaria.
Y luego, sus manos, traspasadas.
¿Dónde están las tuyas?
(José María R. Olaizola, SJ)

 

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