Entra, Señor

Entra, Señor, y derrumba mis murallas, que en mi ciudadela sitiada entren mis hermanos, mis amigos, mis enemigos.
Que entren todos, Señor de la vida, que coman de mis silos, que beban de mis aljibes, que pasten en mis campos.
Que se hagan cargo, mi Dios, de mi gobierno.
Que pueda darles todo, que icen tu bandera en mis almenas, hagan leña mis lanzas y las conviertan en podaderas.
Que entren, Señor, en mi viña, que es tu viña.
Que corten racimos, y mojen tu pan en mi aceite.
Y saciados de todo tu amor, por mi amor, vuelvan a ti para servirte.
Entra, Señor, y rompe mis murallas.
(Antonio Ordóñez, sj)

Liturgia del domingo

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El primero entre vosotros que sea el último

Dios al revés


Siempre me dijeron que estabas arriba, que eras poderoso, omnisciente y juez, que legiones de ángeles te servían,
y que tenías corona, manto, anillo de rey.
En tu nombre y con la biblia, desde siglos, se proclaman reyes, papas, presidentes.
Se les sienta en tronos, se les reverencia como embajadores y portavoces tuyos.
¿Cómo imaginarte, entonces, sin atributos? ¿Cómo pensar el mundo sin jerarquías?
Si tú eres un Dios sin poder, arrodillado, todo tambalea: la fe, la política, la economía.
Pero así quisiste ser, un Dios al revés.
Sin rango sagrado, sin incienso, sin letanías, dejándote en mis manos como pan de cada día, tus pies detrás de los míos, hasta desfallecer.
Ya no quiero quererte, sin querer de esa manera, siempre en dirección contraria al cálculo y al rédito, sirviendo sin requisitos, hasta el corazón abrirse a una muerte con sentido, a una vida sin barreras.
(Seve Lázaro, sj)

 

Liturgia del domingo

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Amaos

Fragmentos de vida evangélica

Creer de corazón y de palabra. Creer con la cabeza y con las manos. Negar que el dolor tenga la última palabra.
Arriesgarme a pensar que no estamos definitivamente solos.
Saltar al vacío en vida, de por vida, y afrontar cada jornada como si tú estuvieras.
Avanzar a través de la duda.
Atesorar, sin mérito ni garantía, alguna certidumbre frágil.
Sonreír en la hora sombría con la risa más lúcida que imaginarme pueda.
Porque el Amor habla a su modo, bendiciendo a los malditos, acariciando intocables y desclavando de las cruces
a los bienaventurados.
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)

 

Liturgia del domingo

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