Domingo VIII T.O. Ciclo C

En algún momento, perdí la inocencia.
Se enturbió la mirada, se agrietó el carácter, me hice ateo en el amor, militante en el sarcasmo, rencoroso en el dolor, contagioso en la tristeza, acomodado en la fe, desertor de la esperanza.
El espejo interior me devolvía sombras.
Tú no te rendiste. Viniste a rescatarme.
«Sal afuera», gritaste, y yo, de nuevo Lázaro, salí, más por inercia
que por voluntad.
Abrí los ojos. Era niño, otra vez, descubriendo el mundo al acercarme a ti. Tenía alguna cicatriz en la mirada, y más conciencia
de mis pies de barro. pero el amor, el humor, la compasión y la fe,
la esperanza y la alegría, habían vuelto, y esta vez acrisoladas por el tiempo. (José María R. Olaizola, SJ)

Liturgia del domingo

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