«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»

Hacia un mar imprevisto

Entregarte el timón de nuestro «yo» es dejar que nos lleves a lugares oscuros
donde el ego ha sepultado miradas, construido murallas y asesinado deseos.
Es dejar de ver hacia dentro donde los impulsos encorvan, se agudizan los miedos y nos puebla la nada.
Por eso, toma Señor el timón de nuestra barca y conduce nuestra historia hacia un mar imprevisto, donde es larga la noche y la tormenta espanta.
Pero Tú,  vendrás caminando en la madrugada y nos ordenarás caminar hacia ti.
(Julio Portocarrero)

 

Liturgia del domingo

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