Hágase la luz en la tiniebla, y la paz en la batalla. Hágase la risa en el sollozo y la cura en el desgarro. Hágase susurro el grito amargo, que brote la esperanza donde hay odio y los muros nos impiden tender manos. Que tu voz nos devuelva el paso firme donde el miedo nos hizo descuidados. Que se rompan los diques que retienen un amor que no siempre regalamos. Hágase tu verdad en nuestros ruidos. Hágase tu palabra en nuestro canto. Que tu reino se vuelva desafío. He aquí tus hijos, fieles, esperamos un respiro, más fe, algún que otro abrazo. Hágase, Señor, tu sueño eterno. Hágase tu Vida en nuestro barro. (José María R. Olaizola, sj)