La alegría del perdón

Perdón sin condiciones

Tú nos regalas el perdón. No nos pides negociarlo contigo a base de castigos y contratos.
«Tu pecado está perdonado. No peques más. Vete y vive sin temor.
Y no cargues el cadáver de ayer sobre tu espalda libre».
No nos pides sanear la deuda impagable de habernos vuelto contra ti.
Nos ofreces una vida nueva sin tener que trabajar abrumados por la angustia, pagando intereses de una cuenta infinita.
Nos perdonas con todo el corazón. No eres un Dios de tantos por ciento en el amor.
«A éste setenta y cinco, y al otro sólo veintitrés».
Hagamos lo que hagamos, somos hijos cien por cien.
Tu perdón es para todos.
No sólo cargas sobre el hombro a la oveja perdida, sino también al lobo manchado con la sangre del cordero.
Perdonas siempre.
Setenta veces siete saltas al camino para acoger nuestro regreso, sin cerrarnos tu rostro ni racionarnos la palabra, por nuestras fugas repetidas.
Con el perdón nos das el gozo.
No quieres que rumiemos en un rincón de la casa nuestro pasado roto, como un animal herido, sino que celebremos la fiesta de todos los hermanos, vestidos de gala y de perfume, entrando en tu alegría.
Te pedimos en el padrenuestro: «Perdónanos como perdonamos».
Hoy te pedimos más todavía: Enséñanos a perdonar a los demás y a nosotros mismos como tú nos perdonas a nosotros.
(Benjamín González Buelta, sj)

Liturgia del domingo

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