Ojo por ojo, diente por diente, golpe por golpe, insulto por insulto, ofensa por ofensa, ultraje por ultraje, decepción por decepción. Así se va llenando la memoria y el equipaje de agravios, de rencor, de deudas. Mejor ofrecer, contra el puño cerrado, una mano abierta. Ante el insulto, silencio o, aún más, palabra de perdón. Mejor no subirse al tren del odio. Mejor bajarse de la espiral de la venganza. Mejor caminar por la senda de la concordia. Amar a amigos y enemigos, a la manera de Dios. (José María R. Olaizola sj)